Solemos escuchar la expresión:
Somos esclavos de la biología, ¿Pero cómo nos esclaviza aquello que desconocemos?
El cuerpo es aun un extraño. Considerar, por ejemplo, la maternidad y la paternidad como un imperativo biológico, el estar y vivir en pareja como un mecanismo nato de supervivencia, el parentesco físico y las consabidas similitudes fenotípicas como una promesa de replicar la formas de vida de nuestros padres, es y ha sido una visión reduccionista.
Es realmente exigente hablar sobre el para qué del cuerpo, su propósito y "deber ser", sin caer en lo ideológico, en el mero discurso, así se hable desde la ciencia. o es que ¿acaso no existe el discurso científico?. Casi siempre se está en la búsqueda de una domesticación del cuerpo, plena de adoctrinamientos dirigidos por la mirada parcial de los acontecimientos.
No somos esclavos de la biología, me atrevería a decir que somos esclavos de lo que creemos saber sobre ella. No estamos presos en el cuerpo, habitamos un territorio de inefable misterio en donde repetimos aquello que oímos decir un día sobre él. Tu cuerpo, es un perfecto extraño por amar y por conocer.
El Genoma Humano fue secuenciado por completo en el 2003, es decir todas las letras que conforman el gran libro del ADN humano fueron identificadas, con un 1% de ciertos vacíos, sin embargo, ante la proeza de la secuenciación completa del código, la humanidad inicio un momento único de relación con el cuerpo. Sea que nos enteremos consciente o inconscientemente de ello.
La lectura fluida y clara del libro sin embargo está por hacerse, estamos aún en el balbuceo de lo que sería una hilación coherente de dicho código, una lectura en voz alta y sin verguenza ante el público de nuestras células acerca de su sentido y propósito. Conocemos el abecedario pero estamos lejos aún de saber leer.En la voz oficial Natural Human Genome Research Institute (NHGR) de los Estados Unidos, encargado del Proyecto Genoma Humano: "Tener la secuencia esencial completa del genoma humano es similar a tener todas las páginas de un manual que se necesita para hacer el cuerpo humano. Ahora, el desafío para los investigadores y científicos es determinar la forma de leer el contenido de todas esas páginas, luego entender cómo trabajan todas las partes juntas y descubrir la base genética de la salud y la patología de las enfermedades humanas. A este respecto, la investigación basada en el genoma permitirá eventualmente a la ciencia médica el desarrollar unas herramientas de diagnóstico altamente eficaces, para entender mejor las necesidades de salud de la gente sobre la base de su composición genética individual, y para diseñar tratamientos nuevos y altamente eficaces para las enfermedades". (www.genome.gov).
Frente a los nuevos paradigmas de la medicina preventiva y su relación con el mensaje aún cifrado del ADN. Me pregunto: ¿Cuáles serán los velos de la percepción, los sesgos ideológicos en el proceso de conocimiento y en la relación entre el conocedor y el objeto de conocimiento? Quizá por este tipo de preguntas, el Proyecto Genoma Humano, dedica un 5% de su presupuesto anual a la evaluación de las implicaciones éticas, legales y sociales de dicha investigación.
Esto por poner sólo un ejemplo, de cómo las conversaciones con nuestro cuerpo siempre se encuentra en un umbral entre el miedo a él y el deseo de "mejorarlo", ambos móviles genuinos, miedo y deseo, de la creatividad humana. Ambos presos de las predilecciones discursivas inscritas en el triángulo agresor-agredido-sanador.
Estemos atentos, pues algo en la mirada humana, del ciudadano de a pie, como del científico, puede estarse aproximando todos los días, a través del microscopio, como a través del bisturí de la palabra en una sesión terapéutica, a esos casi 3.000 millones de pares de unidades químicas emparejadas (bases), viéndolos como opuestos en conflicto, no como opuestos complementarios en sabia interrelación.
Recordemos: El todo es mucho más que la suma de sus partes.
Por esto, hoy con humildad, me autorizo a fascinarme con ese desconocido aún por invitar al encuentro: el propio cuerpo.
Ana Lucia Acosta Bedoya
Maestra y Terapeuta REIKI